La Conquista del Estado (Número 6)

Una fase de la revolución española. Muy pronto llegarán los minutos decisivos del porvenir hispánico. ¡¡Españoles!! ¡¡Alerta!!

Ante la República

No necesitamos violentar lo más mínimo nuestras ideas ni rectificar el programa político y social que defendemos para dedicar un elogio y un aplauso al régimen republicano. LA CONQUISTA DEL ESTADO lleva publicados cinco números. Su íntegro bagaje ideológico y táctico se nutre de aspiraciones muy distintas a esas que quedan enmarcadas en una forma de gobierno. La voluntad del pueblo español se ha decidido de un modo magnífico y vigoroso por la República, y nosotros, férvidos exaltados de la energía nacional, hispánica, celebramos su disciplinado triunfo. ¡Viva la República! Nunca hemos creído subversivo este grito, que hoy es y representa el clamor entusiasta de los españoles. Todos cuantos estiman que la emoción primera de las luchas políticas es la voluntad del pueblo, deben hoy acatar sin reservas a la República. Así lo hacemos nosotros, con la indicación incluso de que en esta hora la defensa de la República es la defensa nacional.

Ahora bien, los entusiasmos primeros, los saludos y los vítores, van a tener una fugaz y rapidísima vigencia. Serán suplantados por la enérgica decisión de que el Estado republicano naciente sea un producto de la misma entraña hispánica, leal a los afanes de nuestro pueblo, y concentre las auténticas eficacias, que son las de índole social y económica.

Dentro de la República, iniciaremos en la vida española las propagandas de responsabilidad nacional y de lealtad suprema a los imperativos de nuestro pueblo. Y, además, la estructuración económica que nos distingue: sindicación obligatoria de las industrias, control por el Estado hispánico de las economías privadas y entrega de tierra a los campesinos.

La República llega rodeada de alientos liberales. Con más de un siglo de retraso; el pueblo exalta hoy mitos ineficaces, y hemos de impedir que se le hurten las verdaderas conquistas de esta época. Nada de estancarse en la fase mediocre de una socialdemocracia más. Nada de pelea ante enemigos inexistentes. Y sí, en cambio, enderezar el coraje a los objetivos grandiosos: el poderío hispánico, la justicia social y económica.

La República naciente hará posibles las batallas actuales. ¡Nadie nos niega hoy la libertad, camaradas! Hacen falta, pues, otros gritos y otros disparos más certeros. Ha triunfado en España la fase liberal de la Historia, y bien está ahí, abriendo los caminos nuevos. ¡Que la parada sea de muy pocos minutos! Otros pueblos vienen ya de regreso, y conseguirán las primicias de nuestra época. Que es, digámoslo claro, antiliberal, antiburguesa.

¿Cómo será el Estado republicano?

Las propagandas políticas que han traído y logrado el triunfo de la República son, no hay que olvidarlo, de tipo burgués y liberal. Cabe, pues, presumir qué clase de Estado será el primero que estructure la República. El Gobierno provisional y sus altos cargos están ocupados lógicamente por los hombres que en la última época española defendieron los ideales de libertad. Es natural y legítimo que así sea. ¿Elaborarán ellos el Estado según ese anacrónico criterio?... Este es el enigma.

Nosotros estaremos enfrente de esa tendencia republicana liberalizante y socialdemócrata. Propugnamos el Estado colectivista, sindical, a base de la suplantación de los derechos del individuo por los derechos del Estado hispánico. Un derecho de esos es el de la propiedad. Otro es el derecho de la disidencia frente al Estado. Nosotros negamos los derechos de ese carácter, y quisiéramos que el Estado triunfante en la República fuese un Estado robusto y poderoso, indiscutible y eficaz, que iniciase las grandes marchas hispánicas.

El pueblo debe reclamar satisfacción inmediata a las exigencias de tipo económico. El Estado liberal burgués entrega a la arbitrariedad individual el control de la riqueza, y es preciso supeditarla a los intereses colectivos.

Nosotros estaremos en nuestro puesto para defender el derecho que tiene el pueblo a que no se realice el fraude revolucionario. Hay que ir adelante, sin detenerse, y apurar las conquistas.

La garantía de Indalecio Prieto

En nuestra breve colección hay ya señales del alto juicio, respeto y admiración que nos merece este hombre, la figura más eminente de la Revolución que hoy se pone en marcha. Su presencia es garantía de todo. «Este hombre -veníamos a decir en LA CONQUISTA DEL ESTADO del 28 de Marzo último-, si logra desasirse del ambiente y dispone de una intuición genial, puede dar auténtico sentido revolucionario a la cosa. Y edificar grandezas.»

En efecto, Prieto penetra totalmente en la emoción revolucionaria de los tiempos actuales. Su temple y su vigor son hoy la esperanza inmediata de los que deseamos que el hervor del pueblo se encamine sin pérdida de minuto a estas dos grandes tareas: la creación vigorosa de una fuerte conciencia hispánica, nacionalista, que constituya el soporte supremo del nuevo Estado republicano. La revolución de tipo económico que termine con los privilegios anárquicos e inmorales del régimen liberal burgués.

Esperamos la acción y la reacción de Indalecio Prieto. Con optimismo confianza.

¿Qué pasa en Cataluña?

De todos los episodios a que ha dado lugar el cambio de régimen, el único que sin duda ha hecho fruncir de preocupación la frente de los españoles es el episodio de Cataluña. ¿Qué pasa allí? Los telegramas no son muy extensos, pero sí lo suficiente para indicar que son cosas bien poco agradables.

El Gobierno provisional de la República dispone hoy de todos los poderes y de la máxima confianza del pueblo. Tiene, pues, toda la autoridad que se requiere para las intervenciones heroicas.

En Cataluña parece que los acontecimientos se precipitan. ¿Qué Constitución o decreto de la República española autoriza la formación de ese Estado catalán? ¿Es una realidad revolucionaria? Debe combatirse por la realidad revolucionaria de España, que también es una realidad.

Pero no escribamos más de esto. La información de que disponemos es insuficiente. Mientras tanto, elogiemos los rasgos de convicción y de energía de que esta dando muestras Emiliano Iglesias. Le acompaña el total aplauso de los que ponemos por cima de todo la grandeza hispánica. A la que no se llega precisamente concediendo satisfacción mediocre a las limitaciones cantonales.

El Gobierno provisional de la República, repetimos, tiene hoy autoridad revolucionaria suficiente para sujetar a disciplina hispánica las tendencias de la revolución. Para imponer quietud a los impacientes desmembradores.

(«La Conquista del Estado», n. 6, 18 - Abril - 1931)

Insistimos hoy en nuestro punto de vista, que exponíamos en uno de los números anteriores. España debe reconocer el Gobierno soviético. Después de catorce años de régimen, desaparecida toda posibilidad de derrota, asimilada por el pueblo ruso una tarea nacional que le adscribe a la función estricta de reconstruirse, no cabe peligro alguno que aconseje el aislamiento. Rusia es hoy un pueblo con inmensa capacidad reproductora y es absurdo mantener una ruptura comercial que sólo puede proporcionar pérdidas a nuestra economía.

Nosotros pensamos mover aquí este tema del reconocimiento soviético y traer opiniones de personas de muy varia tendencia política. Es, además, una realidad universal esta de volver los ojos a Rusia y entablar diálogos comerciales. Coinciden las crisis económicas del mundo con la elaboración del Plan quinquenal ruso, y los países maltrechos buscan las posibilidades de esos mercados que se ofrecen.

Hace pocos días hemos leído en la revista New Republic, de Norteamérica, que sólo el establecimiento de relaciones normales de comercio con los Soviets puede atenuar la crisis de los capitalistas y de los sin trabajo americanos. Ya el año último el comercio de este país con Rusia aumentó en un 78 por 100.

La reconstrucción interior rusa ha elevado considerablemente la producción de algunas materias que son objeto de exportación y de intercambio comercial. Madera, trigo y petróleo son las tres mercancías que hoy Rusia produce en cantidades altísimas. Como se ve, ningún producto elaborado que requiera el desarrollo de una técnica. Ahora bien: Rusia necesita créditos del extranjero con qué alimentar su período reconstructivo. Los necesita de modo tan vital, que a ellos sacrifica todas las demás exigencias. El momento para Europa, y aun para el resto del mundo, es decisivo con relación a Rusia.

En Alemania es, quizá, donde se advierte mejor la necesidad de un acercamiento a Rusia. El 24 de abril expira el Tratado de amistad firmado hace cinco años entre el Reich y La U.R.S.S. para completar el Tratado de Rapallo, de 16 de abril de 1922. No cabe duda de que aquel pacto amistoso será ahora renovado.

Pero hay más. Ya está de regreso la expedición de altos industriales alemanes a Rusia, y sus opiniones son francamente optimistas a ese respecto. Fueron, como se sabe, 17 grandes industriales. Entre ellos, los directores del trust del acero, del trust Kloeckner, de las fábricas Krupp, Borsig, Siemens, de la A.E.C. El presidente de la Delegación, Kloeckner, es una figura muy influyente en el partido a que pertenece el canciller Brunning, y por eso revisten más importancia sus opiniones. Todos ellos han regresado muy bien impresionados por las perspectivas que les ofrece el Plan quinquenal. Ahora bien: la cuestión es ahora saber si el Gobierno del Reich consentirá garantizar el 70 por 100 de los créditos rusos. Esa es la incógnita.

De todos modos, lo que aparece claro es la necesidad de admitir diálogos de toda índole con Rusia. España, tanto como cualquier otro país, requiere apurar todos los resortes para la elaboración sistemática de una economía nacional, sin repudiar intercambios beneficiosos en nombre de absurdos remilgos, de los que no se debe hacer caso en estos tiempos. A los enemigos no se les da la espalda, sino la frente y los ojos fijos. ¿Y hasta qué punto es Rusia un enemigo radical?

(«La Conquista del Estado», n. 6, 18 - Abril - 1931)

Fotografía curiosa

Muy difícilmente comprendemos aquí, en las latitudes meridionales, el hecho que la fotografía adjunta significa. Se trata de un mitin político que celebran juntos los nacionalistas de Hitler y los comunistas. La cosa es increíble para la patulea fanática a que estamos acostumbrados. Pues esas dos fuerzas políticas representan en la actual Alemania los dos polos de las tendencias más opuestas que allí existen.

Pero ahí están los oradores en la misma mesa presidencial del mitin. En pie, en el uso de la palabra, el caudillo comunista Ullbricht. A su lado, a la izquierda, el lugarteniente de Hitler, Goebbels, que oye impertérrito las razones comunistas. Estos actos políticos, en que hablan representantes de las dos fuerzas irreductibles, ofrecen gran interés espectacular y de eficacia. Suelen realizarse en un teatro, y los partidarios de una y otra fuerzas se sitúan en cada lado del pasillo central de las butacas.

Las masas oyen y aplauden los discursos con una corrección estupenda. Cada sector lateral, naturalmente, a los que pertenecen a su partido. Claro que la cosa no es tan extraña si se considera que, tanto los nazis como los comunistas, tienen un enemigo común: la socialdemocracia, el espíritu de Weimar, el actual Estado.

No obstante, el hecho es sintomático y curioso. Unos hombres, unas masas que probablemente a la salida, a los pocos momentos, se van a acometer con violencia, se reúnen civilmente en un teatro y oyen y respetan los discursos adversos. Así, con ayuda mutua electoral, estos dos partidos son hoy los que dentro del espíritu de Weimar, en la legalidad de los comicios socialdemócratas, presentan unas filas nutridísimas de diputados en el Reichstag.

Nuestra fotografía es, realmente, una cosa bien exótica aquí, en España. Nosotros lo sabemos por experiencia. Pues hemos iniciado algún conato de inteligencia con los comunistas, a los que desde luego creemos con tanto derecho a hacer sus propagandas como cualquier partido burgués, y se han mostrado tan zafios e incomprensivos como unos señoritos burguesetes de la izquierda liberal.

(La Conquista del Estado, n. 6, 18 - Abril - 1931)